Crónica de la reina en Medellin
Desde hace más de diez años estudiantes y profesores sobre todo de antropología y de arquitectura de las universidades de Barcelona –Universitat de Barcelona y Universitat Autònoma de Barcelona– se reúnen en una pequeña whiskería abandonada del barrio de Vallcarca –entre Gràcia y la falda de Collcerola– para beber, charlar, discutir, bailar, escuchar conciertos. Allí, en apenas 30 metros cuadrados, se amontan –literalmente– varias decenas de muchachos y muchachas que acude para escuchar boleros o flamenco, para participar en sesiones de salsa brava, para recibir información sobre las implicaciones del narcotráfico en México o las movilizaciones en Grecia o para participar o hacer balance en la lucha del momento en la ciudad. En ese espacio es conocido como la Reina d’Àfrica, en homenaje al destartalado barco de la película de John Huston, con Humphrey Bogart y Katherine Hepburn, metáfora perfecta no del ruinoso estado del local, sino del conocimiento que los asistentes tienen de la irrevocable condena que lo afecta a desaparecer en fecha cercana como consecuencia de la reforma urbanística del barrio.
En ese insólito y entrañable agujero, los primeros jueves de mes, el profesor de antropología de la UB Manuel Delgado organiza unos encuentros en los que comparte las secuencias de las películas que ha mencionado como ejemplo de un asunto o de otro en sus clases. Sin un orden aparente, y a lo largo de más de dos horas, se van sucediendo imágenes procedentes de films de todo tipo, clásicos o recién estrenados, westerns, péplums, melodramas, documentales políticos, musicales americanos, cine cómico… Todo ello sin ningún comentario o presentación, puesto que se supone que los asistentes a la catarata de imágenes conocen su origen y el significado de su elección. En realidad la inmensa mayoría de participantes en la extraña liturgia no tienen ni idea de la razón de cada fragmento, con lo que el conjunto acaba teniendo un cierto aire onírico, como de alucinación, sensación que viene agudizada por el humo de cigarrillo que invade el pequeño recinto.
Este lugar y estas sesiones en concreto han sido durante años el lugar de encuentro de muchos estudiantes medillenses en Barcelona. Con motivo de la presencia del profesor Delgado en la capital de Antioquia, invitado por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional, un grupo de esos estudiantes que compartieron una parte de su etapa estudiantil en Catalunya y que habían sido asiduos a las raves cinematográficas de la Reina, propusieron la traslación de una de ellas a un espacio nocturno adecuado, lo más parecido posible al local de Vallcarca, lo que consiguieron con los auspicios del Aula Internacional.
A lo largo de más de dos horas, en un ambiente casi tan irrespirable como emotivo, Manuel Delgado desplegó una pequeña pero representativa muestra de su colección de escenas imborrables de la historia del cine. Imposible recordar cuáles fueron las películas elegidas. No hubo programa previo y a nadie se le ocurrió tomar notas. No obstante, el objetivo quedó cumplido. Luego de la realización del seminario en la Universidad, es decir de horas y horas de docencia cargada de reflexiones y erudición, llegaba la hora de otra verdad de la que las palabras no podían ser transmisoras. Aquella noche, gracias al Aula, la docencia basada en el discurso pasaba a otra centrada en lo que lo antropólogos nos consta que llaman paralenguaje, el mecanismo de enunciación en que se basa todo ritual y que existe y se produce precisamente para no tener que hablar, impelidos acaso por la sospecha de que nunca hubo nada importante que decir, porque lo importante es siempre lo que no se estuvo a punto de decir…, pero nadie dijo.
Manuel Delgado.