A lo largo y ancho de la historia y de la geografía de nuestro planeta, el aula, las aulas han estado constituidas por las condiciones, y los recursos y los discursos de cada época o momento: ha podido ser un cuarto calentado por una desvencijada estufa, como la escuela de Yasnaia Poliana de Tolstoi; un huerto o taller con Pestalozzi, la sombra proyectada por el árbol de la Champaca de Tagore, o una Haima en el desierto Saharaui. También un recinto protegido, en un cómodo edificio de una Ciudad Moderna. Todas esas condiciones no las determinan como lugares sagrados, sino el hecho de ser lugares que convocan a las nuevas generaciones para recibir el legado patrimonial de unas sociedades humanas que acumulan experiencias y conocimientos, con el impulso de crear sociedades en las que cada sujeto construya un lugar desde el cual pensar y habitar el mundo.
La vivencia de que el aula es eso se concreta en ciertos sucesos que recordamos de manera selectiva. Yo diría que todos los que aquí estamos hemos percibido, alguna vez, y por unos instantes, que una indescriptible emoción nos ha embargado gracias a un momento de armonía inexplicable, fruto de unas condiciones puntuales en esos recintos que fueron nuestras aulas. Condiciones que no fueron intencionalmente producidas, pero que permitieron abrir una grieta en las paredes de la llamada realidad objetiva. Por esa grieta se coló el sentimiento de que algo trascendental se había materializado. Esa vivencia única que permanece en nuestro recuerdo nos estimula a buscar las fórmulas para que sea una posibilidad cotidiana, abriéndonos a la vida del aula sin adoctrinamientos, ni dogmas. Si lo logramos sabremos que el espacio de encuentro entre la razón y la fantasía se ha materializado para seguir engendrando vida, sujetos, personas, hombres y mujeres donde todos somos iguales, pero también, y al mismo tiempo, todos somos diferentes.
Un recinto elegido para comunicar y experimentar con conocimientos antiguos y elaborar conocimientos nuevos. Un ágora donde se celebra la experiencia de la vida y que cada día permite que ésta se manifieste de manera nueva. En su incesante actualización, destino inevitable del hombre, que le demanda su máxima capacidad de imaginación. Un espacio de silencio, en medio del ruido, que propicia el aislamiento de todo aquello que no es importante para el desarrollo del espíritu.
Un lugar sagrado y profano al que hemos de acceder cada día con la consciencia clara de que lo que allí va a suceder, a celebrarse, es un misterio de gran trascendencia para todos sus cómplices participantes, participes de una sociedad en construcción permanente.
Construyamos ese espacio para construir otros a la vez diferentes lugares físicos, mentales y emocionales que nos permitan habitar el mundo con la dignidad que da ser dueño de las elecciones que se toman respecto a la propia vida.
El aula es un buen lugar porque están ellos; los nuevos ustedes, los que llegan y porque estamos nosotros buscando siempre lo bello de lo nuevo con la experiencia de lo bellamente vivido. … Y de esta manera ya llegamos al aula.
Y el aula, ahora real, es un aula compleja, plena de interacciones, abierta al mundo a través de las vivencias, referencias e imaginación de sus miembros. Un aula que elabora conocimientos por cooperación de otras aulas, de otras propuestas y acciones que como nosotros, y desde muchos meridianos de esta esfera perfecta, estamos hoy empeñados en la aventura del debate, el arte y la cultura Internacional. Donde la aventura diaria está asegurada por la expectativa de lo nuevo que va a producirse. En donde la experiencia está soportada por la flexibilidad y la expresión permanente de la cultura, desde las humanidades consumadas en, las artes, las arquitecturas, las literaturas, el cine, la gastronomía; Y donde el sentimiento predominante sea el de formar crear en la oportunidad fresca de la mirada universal sin fronteras ni bordes, creación simplemente universal. Desde la perspectiva del mundo de las ideas, el aula se configura como un foro cultural en donde se rompen las fronteras y se deconstruyen los roles entre la vieja escuela de maestros y alumnos, y se revalora la capacidad discursiva del pensar para entender el sentir e incentivar el imaginar, de tal manera que se busque la comprensión profunda de las dimensiones culturales, comunicativas y humanas de la pedagogía.
El aula se entiende aquí, simbólicamente, como el espacio de encuentro por la búsqueda de conocimientos. En este sentido se convierte en el lugar privilegiado de la interacción cultural en donde los procesos de expresión se constituyen en uno de los fundamentos de todo proceso formativo. El AULA considerada por algunos autores se comporta como un microsistema en el que tienen lugar multitud de acontecimientos, que se relacionan estrechamente entre sí para producir una ideología(s) una forma de saberse en el contexto construir realidad para habitar el mundo, una opción en la búsqueda y creación de conocimiento.
Las OBSTINACIONES en el AULA;
Nos empeñamos en pensar que la ciudad era el destino del nómada, y que la ciudad moderna ha sido el gran héroe de la Modernidad, la que ha su vez engendró al hombre citadino desde una dimensión física, y al sujeto moderno desde una dimensión filosófica, o si se quiere estética, o para decirlo más simple, desde el mundo del pensamiento y las ideas. Nos unimos a autores como el catalán Manuel Delgado Ruiz, cuando reclama, a urbanistas, planificadores y políticos, renunciar a la voluntad insaciable de control sobre el espacio de la ciudad. Nos reclamamos a nosotros mismos.
Creemos que la ciudad como héroe de la Modernidad, posee su vigor en la medida en que resista las intensiones de homogenizar la moral, las creencias, los ritmos y rutinas de sus habitantes, y que por el contrario se fortalezca la diversidad, la diferencia, la multiculturalidad. Nos negamos a hacer parte de una megaetnia.
En el AULA estamos convencidos que una sociedad cobra aliento en tanto prevalezca la diversidad, y con esta las posibilidades de intercambios entre los individuos, -cultural, económico, estético, afectivo, intelectual-, posibilidades que en gran medida dependen de la existencia de muchos y diferentes espacios de lo público, tantos como cada individuo pueda imaginar; porque es la calle el lugar donde se dan cita cada uno de los muchos enunciados que cada individuo proclama, ya sea de manera explícita o simplemente en lo que calla y habla con su presencia.
Nos interesa pensar la ciudad como lugar por excelencia de transformaciones, de intercambios y de apropiaciones que hacen de la vida de los citadinos un continuo movimiento, un devenir, una búsqueda, una llegada y una partida. Es este tal vez, uno de los aspectos más seductores de la ciudad, este constante movimiento, que reclama el gusto por el anonimato en medio de las multitudes.
Nuestra inquietud por la ciudad traspasa la dimensión física para ampliarse al ámbito de lo intangible, de lo no objetual. Nos interesa obstinadamente las relaciones y correspondencias, las rutinas y diferencias, el estado y la forma de las cosas, las razones e intenciones, los comportamientos más comunes y los ecos al vacío, nos interesa ante todo pensar la ciudad como una cuestión estética cargada de sentido, de significados y de vivencias para cada habitante.
Y si la ciudad es destino infranqueable, aceptamos que también lo es la imposibilidad de taxanomizarla, predecirla y entenderla como una sola. El hombre de las multitudes de Edgar Allan Poe, publicado en 1840, nos muestra a aquel anciano, incansable caminante de “absoluta singularidad”, quien representa con misterio los efectos del profundo imán que ejerce la ciudad, seducción que se sostiene si perviven historias y experiencias imposibles de predecir, e imposibles de leer como si fueran un texto. Nos queda la interpretación para nombrarlas y la imaginación para aprehenderlas, sabiendo siempre que algo se escapa cuando nos empeñamos en pasar de la experiencia al lenguaje.
Nos gusta decir con De Certau, que a la ciudad la forman los espacios del andar, afirmación que implica una relación poderosa y sugestiva entre el movimiento y el espacio. Y es que moverse como posibilidad de creación, significa ir más allá de esa capacidad grandiosa del hombre que lo lleva a hacer cosas, significa ser el propio héroe de su destino. Destino que no es otra cosa que acciones y movimientos que van trazando recorridos que modifican el espacio físico transitado y dan significado y sentido a cada vivencia, a cada acontecimiento a cada experiencia.
Advertimos finalmente que estamos empeñados en que el AULA sea un lugar en donde se den relaciones y vivencias entre individuos con inquietudes esenciales comunes, pero diferentes en sus preferencias, miradas, ritos, orígenes, y destinos, y en todos los aspectos que impliquen la configuración física y estética de un sujeto.
TODOS IGUALES, TODOS DISTINTOS
La vivencia de que el aula es eso se concreta en ciertos sucesos que recordamos de manera selectiva. Yo diría que todos los que aquí estamos hemos percibido, alguna vez, y por unos instantes, que una indescriptible emoción nos ha embargado gracias a un momento de armonía inexplicable, fruto de unas condiciones puntuales en esos recintos que fueron nuestras aulas. Condiciones que no fueron intencionalmente producidas, pero que permitieron abrir una grieta en las paredes de la llamada realidad objetiva. Por esa grieta se coló el sentimiento de que algo trascendental se había materializado. Esa vivencia única que permanece en nuestro recuerdo nos estimula a buscar las fórmulas para que sea una posibilidad cotidiana, abriéndonos a la vida del aula sin adoctrinamientos, ni dogmas. Si lo logramos sabremos que el espacio de encuentro entre la razón y la fantasía se ha materializado para seguir engendrando vida, sujetos, personas, hombres y mujeres donde todos somos iguales, pero también, y al mismo tiempo, todos somos diferentes.
Un recinto elegido para comunicar y experimentar con conocimientos antiguos y elaborar conocimientos nuevos. Un ágora donde se celebra la experiencia de la vida y que cada día permite que ésta se manifieste de manera nueva. En su incesante actualización, destino inevitable del hombre, que le demanda su máxima capacidad de imaginación. Un espacio de silencio, en medio del ruido, que propicia el aislamiento de todo aquello que no es importante para el desarrollo del espíritu.
Un lugar sagrado y profano al que hemos de acceder cada día con la consciencia clara de que lo que allí va a suceder, a celebrarse, es un misterio de gran trascendencia para todos sus cómplices participantes, participes de una sociedad en construcción permanente.
Construyamos ese espacio para construir otros a la vez diferentes lugares físicos, mentales y emocionales que nos permitan habitar el mundo con la dignidad que da ser dueño de las elecciones que se toman respecto a la propia vida.
El aula es un buen lugar porque están ellos; los nuevos ustedes, los que llegan y porque estamos nosotros buscando siempre lo bello de lo nuevo con la experiencia de lo bellamente vivido. … Y de esta manera ya llegamos al aula.
Y el aula, ahora real, es un aula compleja, plena de interacciones, abierta al mundo a través de las vivencias, referencias e imaginación de sus miembros. Un aula que elabora conocimientos por cooperación de otras aulas, de otras propuestas y acciones que como nosotros, y desde muchos meridianos de esta esfera perfecta, estamos hoy empeñados en la aventura del debate, el arte y la cultura Internacional. Donde la aventura diaria está asegurada por la expectativa de lo nuevo que va a producirse. En donde la experiencia está soportada por la flexibilidad y la expresión permanente de la cultura, desde las humanidades consumadas en, las artes, las arquitecturas, las literaturas, el cine, la gastronomía; Y donde el sentimiento predominante sea el de formar crear en la oportunidad fresca de la mirada universal sin fronteras ni bordes, creación simplemente universal. Desde la perspectiva del mundo de las ideas, el aula se configura como un foro cultural en donde se rompen las fronteras y se deconstruyen los roles entre la vieja escuela de maestros y alumnos, y se revalora la capacidad discursiva del pensar para entender el sentir e incentivar el imaginar, de tal manera que se busque la comprensión profunda de las dimensiones culturales, comunicativas y humanas de la pedagogía.
El aula se entiende aquí, simbólicamente, como el espacio de encuentro por la búsqueda de conocimientos. En este sentido se convierte en el lugar privilegiado de la interacción cultural en donde los procesos de expresión se constituyen en uno de los fundamentos de todo proceso formativo. El AULA considerada por algunos autores se comporta como un microsistema en el que tienen lugar multitud de acontecimientos, que se relacionan estrechamente entre sí para producir una ideología(s) una forma de saberse en el contexto construir realidad para habitar el mundo, una opción en la búsqueda y creación de conocimiento.
Las OBSTINACIONES en el AULA;
Nos empeñamos en pensar que la ciudad era el destino del nómada, y que la ciudad moderna ha sido el gran héroe de la Modernidad, la que ha su vez engendró al hombre citadino desde una dimensión física, y al sujeto moderno desde una dimensión filosófica, o si se quiere estética, o para decirlo más simple, desde el mundo del pensamiento y las ideas. Nos unimos a autores como el catalán Manuel Delgado Ruiz, cuando reclama, a urbanistas, planificadores y políticos, renunciar a la voluntad insaciable de control sobre el espacio de la ciudad. Nos reclamamos a nosotros mismos.
Creemos que la ciudad como héroe de la Modernidad, posee su vigor en la medida en que resista las intensiones de homogenizar la moral, las creencias, los ritmos y rutinas de sus habitantes, y que por el contrario se fortalezca la diversidad, la diferencia, la multiculturalidad. Nos negamos a hacer parte de una megaetnia.
En el AULA estamos convencidos que una sociedad cobra aliento en tanto prevalezca la diversidad, y con esta las posibilidades de intercambios entre los individuos, -cultural, económico, estético, afectivo, intelectual-, posibilidades que en gran medida dependen de la existencia de muchos y diferentes espacios de lo público, tantos como cada individuo pueda imaginar; porque es la calle el lugar donde se dan cita cada uno de los muchos enunciados que cada individuo proclama, ya sea de manera explícita o simplemente en lo que calla y habla con su presencia.
Nos interesa pensar la ciudad como lugar por excelencia de transformaciones, de intercambios y de apropiaciones que hacen de la vida de los citadinos un continuo movimiento, un devenir, una búsqueda, una llegada y una partida. Es este tal vez, uno de los aspectos más seductores de la ciudad, este constante movimiento, que reclama el gusto por el anonimato en medio de las multitudes.
Nuestra inquietud por la ciudad traspasa la dimensión física para ampliarse al ámbito de lo intangible, de lo no objetual. Nos interesa obstinadamente las relaciones y correspondencias, las rutinas y diferencias, el estado y la forma de las cosas, las razones e intenciones, los comportamientos más comunes y los ecos al vacío, nos interesa ante todo pensar la ciudad como una cuestión estética cargada de sentido, de significados y de vivencias para cada habitante.
Y si la ciudad es destino infranqueable, aceptamos que también lo es la imposibilidad de taxanomizarla, predecirla y entenderla como una sola. El hombre de las multitudes de Edgar Allan Poe, publicado en 1840, nos muestra a aquel anciano, incansable caminante de “absoluta singularidad”, quien representa con misterio los efectos del profundo imán que ejerce la ciudad, seducción que se sostiene si perviven historias y experiencias imposibles de predecir, e imposibles de leer como si fueran un texto. Nos queda la interpretación para nombrarlas y la imaginación para aprehenderlas, sabiendo siempre que algo se escapa cuando nos empeñamos en pasar de la experiencia al lenguaje.
Nos gusta decir con De Certau, que a la ciudad la forman los espacios del andar, afirmación que implica una relación poderosa y sugestiva entre el movimiento y el espacio. Y es que moverse como posibilidad de creación, significa ir más allá de esa capacidad grandiosa del hombre que lo lleva a hacer cosas, significa ser el propio héroe de su destino. Destino que no es otra cosa que acciones y movimientos que van trazando recorridos que modifican el espacio físico transitado y dan significado y sentido a cada vivencia, a cada acontecimiento a cada experiencia.
Advertimos finalmente que estamos empeñados en que el AULA sea un lugar en donde se den relaciones y vivencias entre individuos con inquietudes esenciales comunes, pero diferentes en sus preferencias, miradas, ritos, orígenes, y destinos, y en todos los aspectos que impliquen la configuración física y estética de un sujeto.
TODOS IGUALES, TODOS DISTINTOS
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AULA INTERNACIONAL · Espacio Cultural Independiente·
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